CULTURA

De la división del norte a Palacio Nacional: La nueva ruta de Francisco Villa

VÉRTICE MX

CIUDAD DE MÉXICO, A 05 DE DE FEBRERO DE 2023.- «¿Es la esperanza una especie de locura o es el símbolo de lo humano?»
— Ciudades de papel, John Green, 2008.

Los símbolos funcionan mejor que las palabras. Quizá esto explique que, desde que el mundo es mundo, las construcciones visuales dotadas de significado se ocupen para representar principios, como la justicia y la verdad; o sentimientos, como el amor y la lujuria. Definidas como alegorías, estas imágenes revestidas de metáforas, tienen la capacidad de mitificar la vida y obra de ciertos personajes hasta hacerlos inmortales.

Si bien, en la antigüedad los mitos eran relatos que recogían las ideas ancestrales de un pueblo y buscaban explicar lo inexplicable como la muerte, las plagas, la enfermedad y la divinidad.

Según la Real Academia de la Lengua Española, el mito puede ser una narración maravillosa situada fuera del tiempo histórico y protagonizada por personajes de carácter divino o heroico, una historia ficticia o un personaje literario que representa aspectos universales de la condición humana, una persona extraordinaria rodeada de admiración o una a la que se le atribuyen cualidades que no tiene.

Entre los mitos más populares están los de los caudillos y los próceres: ¿Quién puede olvidar a Napoleón al hablar de poder y a Alejandro Magno para referirse al conquistador más valiente de la historia?, ¿quién más que Bolívar como el libertador de América o Hidalgo como padre de la patria?

En México, el santoral nacionalista está lleno de mitos que inspiran el deber cívico. Esto se debe a la herencia visual impuesta por la Independencia, la Reforma, la Revolución y la Constitución y a sus múltiples representaciones en los muros más importantes del país.

También obedece a la promoción de sus héroes en programas educativos, calles, monedas, billetes y, desde hace cuatro años, en las comunicaciones del gobierno —incluidas páginas web— y el telón de fondo en las «mañaneras».

¿Por qué este 2023 será el Año de Francisco Villa?

Sí, para el que no lo sabía o no se había dado cuenta, el año que terminó estuvo dedicado a Flores Magón, el 2021 a la Independencia de México, el 2020 a Leona Vicario y el 2019 a Emiliano Zapata. El que inicia, será consagrado al aguerrido Francisco Villa, el caudillo del norte.

Lo curioso de esta última dedicatoria, es que maneja un material simbólico distinto al de sus antecesores. Con su lema “Tierra y libertad”, Zapata impulsó la lucha agraria y los derechos de las comunidades indígenas.

Flores Magón fue un liberal, fundador de la revista Regeneración, crítico del gobierno y uno de los autores intelectuales de la Revolución.

La Independencia marcó el inicio de la nación y el surgimiento oficial de lo mexicano y tuvo entre sus principales gestoras a la Benemérita y Dulcísima Madre de la Patria, Leona Vicario. Hasta ahí todo relativamente tranquilo.

¿Pancho Villa, un «influencer» revolucionario?

Con José Doroteo Arango Arámbula, mejor conocido como Pancho Villa, la historia es bien distinta. Cubierto por el halo de fascinación que implicaron sus conquistas amorosas —se le conocen más de treinta romances oficiales y más de veinte hijos con distintas mujeres—, Villa fue la encarnación del México bronco y de la ruptura del orden, pero también un preciado objeto de culto para el cine estadounidense, que no se cansaba de hacerle ambiciosas propuestas.

Un aspecto crucial para la construcción del mito de Pancho Villa, es que él optó por el camino de la publicidad y la autoexposición en un tiempo de comunicación limitada. Esto lo convirtió en uno de los personajes más célebres de su momento y modelo para el futuro: un «influencer» revolucionario.

Espero que la elección de Francisco Villa como el personaje del 2023, haya estado más alineada a los aspectos simbólicos del valor, patriotismo y lucha por la igualdad, que a su latente capacidad de violentar o matar y la relación de amistad que tuvo con el cada vez más mencionado caudillo Felipe Ángeles, a quien debe su nombre una de las magnas obras del sexenio.

Poderoso y vital, el mito de Villa hechiza hasta al mismo Presidente. El problema es que la inmortalidad no es transferible.

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